Durante siglos las aguas del río Jiloca han permitido el desarrollo de una fértil vega donde la floración del peral se convierte en un espectáculo que tiñe el valle de blanco. Varias acequias de origen romano-árabe reparten las generosas aguas del río Jiloca facilitando el desarrollo de una excelente huerta y el cultivo de reconocidos frutales entre los que destaca el peral, manzano, melocotoneros y ciruelos.